Ayer todos nos quedamos sorprendidos al ver el hilo en la red social Twitter que publicó el Jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. EL relato a cámara fija sobre la experiencia vivida por este cuando, a los doce años, su padre, fue secuestrado por un grupo de tareas de la Dictadura cívico militar.

El jefe de Gobierno expreso como Horacio Rodríguez, entonces Presidente de Racing Club de Avellaneda, fue secuestrado de su casa a las tres de la mañana “en un Falcon Verde” y llevado a un Centro Clandestino de Detención, que presumen fue el Pozo de Banfield. 

Sin quitar el dolor padecido, es extraño escuchar a una persona que profesa tan poca empatía por los que sufren contar su experiencia «Me acuerdo como si fuera hoy que al día siguiente o a la tarde siguiente o posterior, vino como un montón de gente a casa, que yo sentía que nos daban el pésame. Una situación… Obviamente, a los 12, uno entiende todo y sentí que perdí a mi papá en esa situación, donde nadie te cuenta, como que quieren preservar a los chicos. Pero uno a esa edad, capta». 

Esa vivencia contada en primera persona tiene un final feliz, distinto al sufrido por 30000 argentinos «Pasó que se jugaba Racing-River, un partido muy visible. Y fue toda una noticia que el presidente de Racing no fue a la cancha y, ahí, se empezaron a armar noticias ¿Dónde estaba el presidente de Racing? Por la parte deportiva apareció la desaparición del presidente de Racing y, entonces se hizo público que, el presidente de un club de fútbol, había desaparecido. Al hacerse público (por un tema distinto a la política), eso le salvó la vida».

Acá comienza esa duda sí, en el cuerpo de Larreta habitan dos personas totalmente diferentes: Si la experiencia vivida que lo «dejó muy marcado» o que puede apreciar, saberse dichoso y agradecido «No sé si decirle suerte porque la situación fue horrible. (Pero) la visibilidad de mi viejo por presidente de un club de futbol le salvó la vida. Muchos otros no tuvieron esa suerte y hoy se lamenta», que muestran -a una persona- que conoce los horrores de lo vivido en carne propia, puede convivir con gente como el Padre de Marcos Peña, quien fuera uno de los jerarcas de la Dictadura Cívico Militar, ocupando el Segundo cargo en Importancia en el Ministerio de Relaciones Exteriores detrás de Nicanor Costa Méndez y ocupó cargo en el gobierno de Mauricio Macri o compartir partido con Tomás Liendo, hijo de otro jerarca de la Dictadura, quien junto con Martínez de Hoz y Walter Klein destruyeron la matriz productiva de la Argentina o con el mismísimo hijo de Martínez de Hoz que asesora al PRO. Ninguno de los tres nombrados ha abjurado de su actuación o de lo actuado por sus padres, por el contrario, reivindican lo sucedido en la noche de los setenta. Simplemente porque fueron una de las tres patas que no rindió cuentas de lo sucedido en la dictadura.

La vicepresidenta Cristina Fernández encuentra reconfortante la mirada de Larreta sobre la dictadura cívico militar en contraposición a los dichos expresados por Macri, que considera que Estela de Carlotto “no puede salir del rencor”. Claro, entre un psicópata indolente y alguien poco empático como Larreta, esa muestra de humanidad, es bienvenida. Pero no olvidemos que bajo, la tutela de Horacio Rodríguez Larreta (sinceremos, Larreta gobierna la ciudad desde 2007, el mamarracho nunca pudo administrar nada), se balearon a los médicos del Borda, se reprimió a vendedores ambulantes (en su mayoría migrantes) robándoles sus efectos personales, se reprimió a jubilados, La UCEP violentó a indigentes y generó la ciudad más desigual de la Argentina. Una Ciudad que no deja de expulsar a quienes no pueden afrontar los costos de vivienda, generando una gentrificación digna de la Alemania nazi.

¿Esas dos personas conviven en Horacio Rodríguez Larreta? Uno sensible ante los temas de derechos humanos por sufrirlo en carne propia pero que no duda en violar los de los ciudadanos que tiene que cuidar. ¿Hay dos Larreta? El que pide cuidados para la población pero que no duda en viajar a Brasil para “descansar” y pide una repatriación por “motivos humanitarios” para regresar al país, sin importarle que ese país es propietario de una mutación del virus que asola al mundo. O tal vez eso le importe menos que el real motivo de su viaje como denunció su ex mujer. ¿Hay dos Larreta? ¿Es el hombre de familia que intentó vender todos estos años o el que mantiene vidas paralelas, que son difundidas por la “espiadura” ilegal llevada adelante por su propio signo político? 

Siguen sin quedar claras muchas cosas. Por lo pronto lo único que podemos saber con claridad es que, Horacio, es hijo de Horacio, el presidente de Racing que fue secuestrado, pero a su vez, es sobrino nieto de quien avaló -como Procurador de la Nación- el Golpe de Estado de Septiembre de 1930. Y eso, como tantos otros familiares de jerarcas de la dictadura, explica muchas cosas.

Redacción

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