El 16 de junio de 1955 la oligarquía cometió el peor acto terrorista de nuestra historia: envió a pilotos sicarios de la Aviación Naval, a bombardear la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, con el objetivo de asesinar al General Perón y a quién allí se encontrara. El cobarde y feroz ataque dejó 308 muertos, niños incluidos. El “bautismo de fuego” de la Aviación Naval fue bombardear a su propio pueblo, un hecho inédito en el mundo para aquel entonces.
Muchos/as asociaron ese hecho con lo sucedido en Guernica durante la Guerra Civil Española, pero es incorrecto dado que, el bombardeo a dicha ciudad, fue perpetrado por la Legión Cóndor alemana.
No todos los marinos le declararon la guerra al pueblo argentino aquel fatídico día: hubo un oficial que era un aviador naval, el Capitán de Fragata Hugo Crexell, que se había mantenido leal al gobierno constitucional del General Perón. Altos oficiales cercanos a Perón, le recomendaron a Crexell al General, dado que había comandado con gran habilidad los ejercicios aeronavales realizados en el sur. El propio Perón lo colocó para que dirigiera lo que se convertiría en la primera batalla aeronaval de la historia argentina, -Insólitamente- poniéndolo al frente de unidades de la Fuerza Aérea. Perón fue muy claro al darle sus órdenes, le estrechó la mano y le dijo: “Debe limpiar de elementos rebeldes el Río de la Plata. A cualquier costo”. Luego lo designó a cargo de las operaciones.
La Fuerza Aérea, leal a Perón, ya estaba en alerta en la madrugada del 16, con aeronaves Gloster Meteor, preparadas en la base aérea de Morón, donde Crexell dio el BRIEFING (documento informativo que brinda datos de utilidad para el desarrollo de una misión) a los pilotos de los primeros 4 aviones que atacarían, conformando una escuadrilla bajo las órdenes del Vicecomodoro Carlos Síster.
Despegaron con rumbo SE, divisando minutos después a los destructores golpistas “La Rioja” y “Cervantes”. Los aviones del pueblo llegaron en una perfecta formación en V. Tras un giro amplio la escuadrilla se dividió a la mitad, a las 9:20 y con el sol a sus espaldas, dos Gloster volando en línea, uno tras otro, ametrallaron al “La Rioja”, dañando levemente la estructura de la nave pero sin causar bajas. Inmediatamente los dos aviones restantes llegaron en letal vuelo rasante accionando sus cañones de 20 mm., causando daños de mayor importancia (seis orificios bajo la línea de flotación).
El capitán Crexell ordenó a los pilotos de la FAA, hacer variaciones en los próximos ataques a los buques. Esta vez debían cambiar el ángulo de disparos con corridas de popa a proa y no de costado como lo habían hecho en la incursión anterior. Eso causaría mayores daños en las embarcaciones y además pondría a cubierto a las aeronaves detrás de las densas columnas de humo que despedían las chimeneas de los destructores. Así fue que la tercera incursión fue demoledora, a las 11 de la mañana el “La Rioja” volvió a ser ametrallado en cuatro pasadas de la escuadrilla descargando sus proyectiles con furia sobre las unidades de superficie
Luego de ser ferozmente atacados, tanto el “Cervantes”, como el “La Rioja” se alejaron de la zona, rumbo a la desembocadura del río, para estar fuera del radio de alcance de los aviones peronistas. Pero no lograron evadirlos, ya que de entre las nubes aparecieron nuevamente cuatro Gloster Meteor que se abalanzaron sobre ellos, ametrallándolos, en momentos en que muchos marinos estaban en las cubiertas, por lo que los resultados fueron devastadores sobre la tropa. Las viejas embarcaciones salieron a toda máquina desde esa área, navegando escorados, con muchas averías, con más de 250 impactos en sus estructuras. Esa navegación se realizó bajo absoluta tensión, los vigías escudriñaban el horizonte tratando de detectar a los aviones que podían atacarlos.
Con proa puesta hacia Uruguay, ambos destructores navegaban muy dañados (sobre todo el “Cervantes”) rumbo al puerto de Montevideo para poder dar atención a sus heridos. A la hora 18:30, los intercepta un remolcador uruguayo, embarcación a la que se traspasan a los heridos muertos del “La Rioja”. El “Cervantes” fue remolcado hacia Montevideo, el La Rioja viraba hacia mar adentro con los restantes buques de la Armada que se habían sublevado.
El 16 de septiembre de 1955, pocos/as saben que estuvo a punto de producirse un incidente entre los F-51 uruguayos y los Gloster Meteor argentinos. El mal tiempo evitó lo que podía haber sido un hecho lamentable para ambos países. Estuvieron muy cerca de enfrentarse en combate aéreo sobre las aguas del inmenso río color león.
El 16 de junio de 1955 la oligarquía cometió el peor acto terrorista de nuestra historia: envió a pilotos sicarios de la Aviación Naval, a bombardear la Casa Rosada y la Plaza de Mayo, con el objetivo de asesinar al General Perón y a quién allí se encontrara. El cobarde y feroz ataque dejó 308 muertos, niños incluidos. El “bautismo de fuego” de la Aviación Naval fue bombardear a su propio pueblo, un hecho inédito en el mundo para aquel entonces.
Muchos/as asociaron ese hecho con lo sucedido en Guernica durante la Guerra Civil Española, pero es incorrecto dado que, el bombardeo a dicha ciudad, fue perpetrado por la Legión Cóndor alemana.
No todos los marinos le declararon la guerra al pueblo argentino aquel fatídico día: hubo un oficial que era un aviador naval, el Capitán de Fragata Hugo Crexell, que se había mantenido leal al gobierno constitucional del General Perón. Altos oficiales cercanos a Perón, le recomendaron a Crexell al General, dado que había comandado con gran habilidad los ejercicios aeronavales realizados en el sur. El propio Perón lo colocó para que dirigiera lo que se convertiría en la primera batalla aeronaval de la historia argentina, -Insólitamente- poniéndolo al frente de unidades de la Fuerza Aérea. Perón fue muy claro al darle sus órdenes, le estrechó la mano y le dijo: “Debe limpiar de elementos rebeldes el Río de la Plata. A cualquier costo”. Luego lo designó a cargo de las operaciones.
La Fuerza Aérea, leal a Perón, ya estaba en alerta en la madrugada del 16, con aeronaves Gloster Meteor, preparadas en la base aérea de Morón, donde Crexell dio el BRIEFING (documento informativo que brinda datos de utilidad para el desarrollo de una misión) a los pilotos de los primeros 4 aviones que atacarían, conformando una escuadrilla bajo las órdenes del Vicecomodoro Carlos Síster.
Despegaron con rumbo SE, divisando minutos después a los destructores golpistas “La Rioja” y “Cervantes”. Los aviones del pueblo llegaron en una perfecta formación en V. Tras un giro amplio la escuadrilla se dividió a la mitad, a las 9:20 y con el sol a sus espaldas, dos Gloster volando en línea, uno tras otro, ametrallaron al “La Rioja”, dañando levemente la estructura de la nave pero sin causar bajas. Inmediatamente los dos aviones restantes llegaron en letal vuelo rasante accionando sus cañones de 20 mm., causando daños de mayor importancia (seis orificios bajo la línea de flotación).
El capitán Crexell ordenó a los pilotos de la FAA, hacer variaciones en los próximos ataques a los buques. Esta vez debían cambiar el ángulo de disparos con corridas de popa a proa y no de costado como lo habían hecho en la incursión anterior. Eso causaría mayores daños en las embarcaciones y además pondría a cubierto a las aeronaves detrás de las densas columnas de humo que despedían las chimeneas de los destructores. Así fue que la tercera incursión fue demoledora, a las 11 de la mañana el “La Rioja” volvió a ser ametrallado en cuatro pasadas de la escuadrilla descargando sus proyectiles con furia sobre las unidades de superficie
Luego de ser ferozmente atacados, tanto el “Cervantes”, como el “La Rioja” se alejaron de la zona, rumbo a la desembocadura del río, para estar fuera del radio de alcance de los aviones peronistas. Pero no lograron evadirlos, ya que de entre las nubes aparecieron nuevamente cuatro Gloster Meteor que se abalanzaron sobre ellos, ametrallándolos, en momentos en que muchos marinos estaban en las cubiertas, por lo que los resultados fueron devastadores sobre la tropa. Las viejas embarcaciones salieron a toda máquina desde esa área, navegando escorados, con muchas averías, con más de 250 impactos en sus estructuras. Esa navegación se realizó bajo absoluta tensión, los vigías escudriñaban el horizonte tratando de detectar a los aviones que podían atacarlos.
Con proa puesta hacia Uruguay, ambos destructores navegaban muy dañados (sobre todo el “Cervantes”) rumbo al puerto de Montevideo para poder dar atención a sus heridos. A la hora 18:30, los intercepta un remolcador uruguayo, embarcación a la que se traspasan a los heridos muertos del “La Rioja”. El “Cervantes” fue remolcado hacia Montevideo, el La Rioja viraba hacia mar adentro con los restantes buques de la Armada que se habían sublevado.
El 16 de septiembre de 1955, pocos/as saben que estuvo a punto de producirse un incidente entre los F-51 uruguayos y los Gloster Meteor argentinos. El mal tiempo evitó lo que podía haber sido un hecho lamentable para ambos países. Estuvieron muy cerca de enfrentarse en combate aéreo sobre las aguas del inmenso río color león.