Una de las principales voces de la actual oposición política es Miguel Ángel Pichetto.

Las aberraciones con que se presenta en los medios son parte de una construcción que lo excede, aunque el ex senador siempre fue perspicaz para acomodarse a los ambientes turbulentos. No es el tema de estas líneas, aunque no podía dejar de mencionar lo brutal y grosero de las tonterías que este trepador repite en los canales de televisión para beneplácito de quienes lo sostienen.

De lo que hemos hablado poco es del salto mortal que llevó a este personaje de ser uno de los referentes de la oposición política (entonces del peronismo) a candidato del oficialismo. 

Decididamente hay una dimensión ética y política en el asunto. Una parte de la cuestión ha sido reiteradamente discutida, refiere al tema de si las bancas pertenecen al partido o al legislador, si el legislador debe seguir el programa que presentó como un mandato o tiene autonomía para decidir sus posturas. Todas estas son discusiones sobre las que mucho se ha dicho y relativamente conocidas. No hacen a la especificidad de Pichetto.

El tema con Pichetto no es lo que hizo cuando dio el salto sino lo que eso ilumina del camino previo y el estado de situación.

Un viejo asunto de Argentina, la derecha no tiene un partido, entonces infiltra, coopta, las fuerzas populares. Se podría tener una mirada menos benigna de esta “casualidad permanente” (hallazgo locutorio de uno de los travestidos, Carlos Menem) y afirmar que hay debilidades estructurales en las organizaciones populares que permiten que esto ocurra. Como sea, el hecho es claro: hasta Macri, la derecha oligárquica fracasó en tener un partido propio competitivo y por ello apeló a los golpes militares, a la erosión y captura de segmentos de las estructuras nacional populares. Tampoco les sirven los partidos tradicionales completos porque son estructuras difíciles, caras, con lógicas de funcionamiento no totalmente predecible. 

Yendo al caso. No es que Pichetto dio el salto a mediados de 2015, es que siempre jugó para ellos.

Y si esto es así, lo relevante es qué pasa con la gente que Pichetto nombró en, por ejemplo, la Auditoría General de la Nación, las comisiones parlamentarias, los jueces, las leyes. Lo que debía controlar como principal referente opositor y, evidentemente, no hizo.

Mi convicción es que todo el gobierno de Macri debería ser declarado nulo. Una asociación ilícita que se alzó con el gobierno a través de una manipulación y fraude de nivel desconocido. Un farsante que ni siquiera juró conforme a derecho. Una jueza y una Corte que dieron un golpe de estado a Cristina robándole un día de gobierno, unas pocas horas pero un mensaje contundente. Los actos terroristas del gobierno macrista comienzan a salir a la luz. Espionaje ilegal. Extorsión. Torturas. Secuestros. Asesinatos. El juez Alejo Ramos Padilla tiene una causa por envío de más de 2.500 Millones de euros “negros” a Europa. No se me ocurre ningún otro origen que narco colombiano o mexicano. No es posible sin la venia de Macri. Todo ha sido un complot terrorista y mafioso. Esto sin hablar de la deuda externa, los buitres, la traición a la Patria y entrega de Malvinas.

Es en este marco en que Pichetto se travistió. Como en tantos otros casos no es sólo el delito individual, es que se dio en el marco de un plan sistemático desde el Estado.

Mucho se habló de que Pichetto fue extorsionado. Se mencionó a su hijo y la sigla ANSES. Sería una buena línea de investigación para restaurar la verdad.

En cualquier caso, nada cambia el vicio de origen de los actos de un referente opositor que, en la versión más generosa, incumplió su función. 

¿No tenemos un buen argumento para anular todo o buena parte de lo actuado contra el pueblo?

En realidad, no es una idea original. Los constituyentes la pensaron antes. El artículo 36 empieza así: “Esta Constitución mantendrá su imperio aun cuando se interrumpiere su observancia por actos de fuerza contra el orden institucional y el sistema democrático. Estos actos serán insanablemente nulos”.

Carlos Almenara docente y periodista. Autor de El faneróscopo de Eliseo.

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