Cuando comencé la idea del editorial para esta semana, creía que iba a estar centrada en la canallada expresada por Eduardo Feimann y su “Esta vez sí, 30 mil”. Pero, conforme iba intentado decir por enésima vez, de una forma distinta, lo que todos ya sabemos de la baja calidad de ser humano que es el operador macrista, surgió la declaración del Comité Nacional de la UCR en defensa de la legisladora provincial cordobesa, Patricia de Ferrari y todo cambió: ya no iba a habla de un canalla, sino de una institución de canallas.
Luego la lamentable y reprochable acción de pedir “¿Falta mucho para que aparezcan los falcon verdes para ‘impartir’ la justicia a la medida ideológica de Grabois y compañía?” expresada por la diputada Patricia De Ferrari, una cantidad de representantes de los derechos humanos, la cultura y los medios, solicitamos la remoción inmediata y/o renuncia de la Diputada por inhabilidad moral respecto a sus deberes de funcionario público. Promover el Terrorismo de Estado no es materia debatible en la Argentina de 2020.
Pero la Unión Cívica Radical, sí aquel partido político que cantaba que eran la paz, ese partido que cobijó a un abogado de derechos humanos que llegó a presidente de la nación, que impulsó el juicio a los jerarcas de la dictadura, ayer nos sorprendió con un repudio enérgico a la suspensión determinada por la Legislatura de Córdoba: “Desde el Comité Nacional de la UCR repudiamos enérgicamente la suspensión de la legisladora provincial de Córdoba Patricia de Ferrari. El oficialismo cruzó una línea que establece un precedente muy peligroso para resguardar la libertad de expresión”.
¿Qué Libertad de expresión se vulneró? ¿Cuál es la línea cruzada? Lo único que resulta de lo actuado por la Legislatura es hacerla responsable de las acciones ulteriores que expresa la Constitución Nacional en su artículo 14. Frenando así, el propiciar el símbolo de la represión ilegal y la desaparición de personas por razones políticas durante la dictadura cívico militar que es el pedido de “falcons verde”
El cinismo y desprecio por la vida democrática expresada por el partido que dirige el poco democrático Alfredo Cornejo, opina que con las disculpas es suficiente “La legisladora oportunamente pidió disculpas por la publicación en redes sociales de un comentario desafortunado”. Desafortunado es llamar “desafortunado” a semejante acto criminal, ¿pedir por el secuestro de un dirigente social para “impartir” justicia?
No conformes con eso, intentaron sopesar la barbarie con su quehacer político “Su actividad política no empieza ni termina en una declaración errónea”. Declaración errónea es intentar defender a una apologista de la dictadura. Y sí, empieza y termina en los límites de la democracia que, de Ferrari, transgredió en forma voluntaria.
Pero como ya nos tienen acostumbrados, asumen la postura psicopática y le echan la culpa a la legislatura tratándolos de antidemocráticos: “Suspendiéndola a ella, están privando a los cordobeses que la eligieron de ser representados en la Legislatura”. Los mecanismos de las legislaturas en el país contemplan el reemplazo por el suplente inmediato en caso de necesidad. Y cómo no podía ser de otra manera, acusa al oficialismo por lo decidido “El peronismo de Córdoba actuó de manera desmedida e injustificada, tomando para sí atribuciones que no le corresponden y dañando gravemente el funcionamiento de las instituciones representativas”. La única persona que dañó, y muy gravemente, a las instituciones y, en especial, a la legislatura, al bloque que representa y a los ideales que supo encarnar Raúl Alfonsín, fue la Diputada De Ferrari. Nadie la obligó a semejante afrenta a la convivencia en democracia. Ella decidió enviar ese mensaje de odio.
Pero no conformes con defender lo indefendible y arrastrarnos a una “psicopateada” a la altura de Mauricio Macri, intentan dar consejos y postulan “Llamamos a los legisladores a reflexionar y a corregir esta medida que no tiene precedentes en la historia política de Córdoba”. Pero por increíble que suene, en esto tienen razón: la suspensión no alcanza. Treinta mil detenidos desaparecidos son muestra suficiente para no volver a repetir el pasado. La expulsión del cuerpo no solo es necesaria, es un imperativo moral que servirá como ejemplo para apologistas y negacionistas de la dictadura.
Para cierre me gustaría terminar analizando el final de texto propuesto por el Comité Nacional de la UCR “En democracia, las soluciones jamás pueden venir callando voces” por supuesto que no se soluciona nada con acallar voces. Pero la apología y el negacionismo de la dictadura no es “una voz” y no es materia de debate. Al negacionismo se lo combate con Memoria, Verdad y Justicia.
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Editorial