Ante el la derogación del decreto que Mauricio Macri, que modificaba -en forma sustancial- la ley migratoria, al punto de impedir (de haber estado vigente en ese momento) que su propia familia hubiese llegado a la Argentina.
La historia de la N´dranguetta y la caída en desgracia de Antonio Macrii, que lo trajo a estas tierra, es es bastante conocida. No repararemos en este punto pero sí vamos a repasar, con ejemplos basados en Patriarca del Clan Macri en la Argentina, lo que la misma oposición dijo sobre la derogación de la discriminatoria norma:
El vicejefe de Gobierno Porteño y responsable de la seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, Diego Santilli, responsable de violentas acciones contra inmigrantes senegaleses en el barrio de Flores, expresó desde su cuenta en Twitter: «es incomprensible» (…) «en lugar de pensar en la gente, derogan el decreto que impedía el ingreso al país de extranjeros con antecedentes» (…) «el que viene a hacer daño, matar o robar no puede quedarse en la Argentina».
Veamos qué hubiera pasado sí, Antonio Macrii, hubiera llegado con el decreto de su descendiente: sencillamente, no hubiera pasado la frontera. Su pertenencia a la mafia del sur de Italia, lo convertía directamente en un indeseable. Si pensamos en lo que han generado sus descendientes y el daño que han creado al país, probablemente, coincidiremos con Santilli, pero los delitos no se penan hasta que se cometen en el país. Hasta ahí, tienen el derecho de venir, por eso de “A todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino”.
La ex líder Montonera, ex Ministra de Fernando de la Rúa (que le quitó -en un acto criminal- el 13% a los jubilados) y que manejó (como una suerte de Gestapo) las Fuerzas de Seguridad de la Argentina en los años de Cambiemos (con la desaparición y muerte de Santiago Maldonado y el homicidio de Rafael Nahuel a manos de uniformados, como hitos de su política de seguridad) salió a pontificar desde su púlpito: “el Presidente le manda un mensaje a los delincuentes y a los narcos» y cierra con un nivel de cinismo importante “y que el Gobierno pretende que, personas con antecedentes, puedan entrar libremente a delinquir en nuestro país, algo que nosotros impedimos con un decreto y ellos lo derogaron».
Volviendo a Antonio Macrii, seguramente, la Presidenta del PRO, lo hubiera baleado por la espalda, porque así fue como actuó el agente Chocobar, a quien ella felicitó y condecoró ya que, el modo de vida de Don Antonio, era precisamente eso que ella dice: “un delincuente”, uno que tuvo que huir del terruño, al perder la supremacía de la Famiglia ante un líder más poderoso que lo arrancó del sillón.
Personajes menores como el Diputado Luis Petri, tuvieron su cuarto de hora para opinar «el Congreso debe poner las cosas en su lugar ante el atropello a la seguridad de los argentinos» y le dijo a quien quisiera escucharlo que junto al secesionista mendocino, el Senador Alfredo Cornejo presentarán “un proyecto de ley que restablezca el contenido del decreto” derogado hoy por el Presidente Fernández.
Más allá de la imposibilidad fáctica de Petri de juntar voluntades más allá de su mesa familiar, la idea de desoír a la ley vigente y el reclamo de la CIDH por lo vejatorio y discriminatorio de la norma, el diputado quiere que, gente como el antepasado de Mauricio Macri, no pueda llegar a la Argentina. Nosotros también estamos de acuerdo en que esa gente no llegue, pero lamentablemente, no existe la penalidad del crimen de forma anticipada al mismo. Eso solo sucede en el libro de Philip K. Dick. Entendemos que algo con dos K en el nombre puede asustar a Petri, por eso las dos horas de la película de Steven Spilberg con Tom Cruise (Minority Report), le pueden dar al legislador, una somera idea de que, hacer eso, está mal.
Otro con una larga experiencia familiar en hacer desastres con la ayuda de extranjeros, Rogelio Frigerio, a la sazón Ministro del Interior de Macri, también quiso dar cuenta de su xenofobia de “latte en mano”, como diría un excelente cómico radial «el Gobierno sigue retrocediendo y lo único que hace el Presidente es favorecer el ingreso irregular al país del crimen organizado, delincuentes y narcos».
Volviendo a Antonio, su condición de ex Capo Maffia, no fue voluntaria, tuvo que huir. Nada más alejado del arrepentimiento o las ganas de cambiar su forma de vida. No le quedó otra. Así que Rogelito, tampoco le hubiera abierto la puerta. Y eso que, sus antepasados, dejaron entrar a cada personaje a la Argentina.
El ex peronista, ex senador y actual miembro de la Auditoria General de la Nación, Miguel Pichetto, no quiso ser menos que sus novatos compañeros de xenofobia y dejó en claro por qué tiene bien ganado el apodo de Miki Vainilla «no hay que permitir el ingreso de extranjeros con antecedentes penales» y dejó en claro que la norma derogada por el presidente «facilita el narcotráfico y las organizaciones delictivas, por lo que es un grave error que denota una carencia de sentido común».
De estas palabras podríamos inferir que, la falta en el sentido común, sería la de Pichetto ya que de no haberse concretado la llegada a la Argentina de Antonio Macrii, él jamás hubiera llegado a ocupar un puesto en una lista presidencial en la historia. seguramente Miguel Ángel hubiera exclamado el clásico: “Cuidaaaado!” al momento de ver el barco que transportaba a Macrii al puerto. Y todos nos hubiéramos evitado muchísimos males. Como ya dije, no estamos tratando este punto. Todos son inocentes hasta que se pruebe lo contrario.
Humor aparte, los reyes del eufemismo y de la xenofobia, no repararon que el iniciador de la rama argentina de la famiglia Macri, de ser por ellos, no hubiera respirado los Buenos Aires.
Pero vamos a los extranjeros que sí valen la pena. Esos que llegaron “flojos de papeles”, esos que vinieron huyendo del horror de la guerra, de la persecución religiosa o sexual, del hambre, del nazismo. La abrumadora cantidad de ellos llegaron con encarcelamientos previos como Miguel de Molina o los republicanos que combatieron el Franquismo en la Guerra Civil Española. La inmensa cantidad que llegaron sin documentos, como las miles de familias judías y gitanas que quemaron sus documentos o recurrieron a falsificaciones (un delito grave) para huir de horror nazi. Los indocumentados del sur de España e Italia que llegaron huyendo del hambre y la violencia de Europa. Los Turcos, Armenios que buscaban paz lejos de los genocidios del cercano oriente. Todos ellos llegaron en condiciones precarias. Ninguno tenía los requisitos que esta derecha lamentable, reclama.
Esta derecha que no porta un apellido que los ubique, en este país, al momento que la historia tiene registros, no puede decir quien entrar al mismo. Estos “patovicas de boliche” de la inmigración necesitan volver al Museo de los Inmigrantes para revisar la entrada de sus familias a suelo patrio. Se llevarían una gran sorpresa.
Este país se formó con la voluntad de los migrantes de lograr un bienestar lejos de los infiernos en que se habían convertido sus hogares. Sin ese beneficio de la duda, este país que brilló con los Favaloros, Milsteins, Pérez Esquivels (todos hijos o nietos de bajados de los barcos en mejores o peores condiciones de papeles), no hubiera sido más que otro páramo chato.
La inmigración hizo grande a este país. Pensar lo contrario, que el inmigrante es peligroso, dañino, molesto, indeseable, es el primer paso a la Alemania de 1933. Y creo que -todos- conocemos como termina esa historia.
Por eso, prefiero mil veces que un Antonio Macrii, llegue a nuestra tierra (con todo el dolor que su descendiente le causó a nuestra gente), que perdernos un tango del Zorzal, un recitado de Galeano o un gol relatado por Víctor Hugo.
Editorial