Los historiadores liberales le dan poca (o ninguna) trascendencia al Combate de la Vuelta de Obligado y al de la Punta del Quebracho cuando, ambos hechos, están entre las mayores epopeyas de nuestra historia. 

Esos gloriosos combates permitieron afianzar nuestra soberanía sobre los ríos interiores, derrotaron al imperialismo anglo-francés y resguardaron la integridad territorial, porque impidió la separación de la mesopotamia del resto de la Confederación Argentina. 

Don Juan Manuel de Rosas, Lucio N. Mansilla, Martín de Santa Coloma, entre otros patriotas anónimos, decidieron enfrentar a los invasores y sus “mulos” cipayos unitarios. Francia e Inglaterra tildaron a Rosas de «tirano» porque tuvo la osadía de poner trabas al libre comercio con medidas aduaneras que protegían a los productos nacionales. Les arruinó el negocio y, eso, es algo que el imperialismo no perdona. 

Para lograr su cometido, los europeos pretendieron independizar Corrientes y Entre Ríos, formando un nuevo país, La República de la Mesopotamia. La creación del nuevo Estado, tenía por objetivo empequeñecer y debilitar a la Confederación Argentina y haría del Paraná, un río internacional de navegación libre. Don Juan Manuel se los impidió a cadenazos en la Vuelta de Obligado el 20/11/1845 y a cañonazos en la Punta del Quebracho el 4/06/1846. 

Gracias a su firmeza la mesopotamia y el Paraná siguen perteneciendo al territorio argentino. 

Pero luego de la caída de Rosas, «Injusto» José de Urquiza volvió a insistir con la secesión de la Mesopotamia. 

En 1852, el señor feudal entrerriano, volvió a la carga con sus sueños separatistas y le encomendó a su hijo Diógenes, que viajara a Montevideo a tratar de convencer al almirante inglés Charles Hotham, sobre la viabilidad de su proyecto. Urquiza estaba seguro que obtendría el apoyo inglés, pero se equivocó rotundamente. A los piratas ya no les convenía el desmembramiento territorial argentino como en 1845 y 1846. Los ingleses quisieron evitar que, el Imperio esclavista del Brasil, el gran vencedor de Caseros y mayor potencia de la región, tomara a la republiqueta urquicista, como un títere (como lo había hecho con la Banda Oriental). 

La respuesta de los ingleses fue lapidaria: «Inglaterra pretende mantener a la Confederación Argentina en su estado actual y nos opondremos, por todos los medios con los que disponemos, a cualquier quiebre o separación de su territorio».

La respuesta hizo que el “vendepatria” de Caseros y “traidor” de Pavón, pusiera el rabo entre las piernas sin cuestionar la decisión inglesa.

Quizás, algún día, tomemos la decisión de quitarles -de una vez y por todas- el título de prócer a personajes como Urquiza, Sarmiento y Mitre, para reconocer solo a los y las que tuvieron el coraje, el patriotismo y la dignidad de enfrentar al imperialismo para resguardar los intereses de la Patria y su pueblo. 

Belgrano, San Martín, Dorrego, Rosas, Facundo, el Chacho, Felipe, Perón, Evita, Néstor y la última de esa raza de patriotas que nos queda: Cristina.

Les recomiendo a todos y todas el excelente libro de Hernán Brienza, «Urquiza, el Salvaje – el traidor que construyó una nación-.

Pablo Targhetta

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